323.- Entre la pandemia, asuntos familiares y el Trial de Maeztu, no había tenido la oportunidad de hacer ninguna excursión trialera por la Montaña Alavesa desde Semana Santa del 2016, de la que guardo muy buen recuerdo porque fue con las peñas nevadas, con mi yerno Asier y mi sobrino Daniel, y también fue la última con las Montesa Cota 4 tiempos.
Euskadi es una tierra donde la naturaleza y la montaña se viven con una particular intensidad y Álava no podía ser una excepción. Esta provincia del País Vasco es un reflejo de contrastes y en temporada de primavera con el colorido verde de los campos de trigo, cebada y avena y del amarillo de los campos de colza, el resumen estaría hecho en una palabra... ¡ESPECTACULAR!
Para esta ocasión, nos desplazamos a Orbiso toda la familia y nos llevamos las dos Electric Motion y la TRS 16” de Aimar. Los tres con eléctricas.
Después de la desilusión que tuvimos el Jueves Santo con el pinchazo de la rueda trasera de la moto de Aimar y que no pudimos reparar porque no pudimos desmontarla y cambiar la cámara, decidimos que el sábado, ahora sin el “peque”, saldríamos para hacer una excursión por los alrededores de Orbiso.
Para los que no lo conozcáis, Obiso está situado al sur de la provincia, en una amplia llanura y al amparo del desfiladero por el que fluye el río Istora.
Debido a su situación como zona de paso entre Navarra y Álava y a su proximidad al río Ega, Orbiso, que es una aldea de Santa Cruz de Campezo de no más de 50 habitantes, siempre ha sido zona de tránsito de gentes que desde Navarra se dirigían a la llanada y al mar.
Con un día radiante, por delante nos esperaban escarpadas montañas y míticas cimas cargadas de leyendas. Angostos desfiladeros y frondosos bosques de árboles centenarios que nos envolverían a nuestro paso memorizando cada rincón, para luego anotarlo en el calendario de los recuerdos, de los buenos recuerdos.
Pero además, en esta excursión se produce un hecho que haría, si cabe, más espectacular la jornada. Yo pensaba que ser educado y amable se había convertido en algo accesorio. Que algo tan sencillo como saludar se había convertido en una cosa del pasado, una cosa de la que se podía prescindir, algo así como una moda que ya no se lleva, pero en cambio, en esta excursión trialera de cerca de 4 horas, ha sido todo lo contrario y me ha hecho reflexionar.
Nos cruzamos con ciclistas, con caminantes, con agricultores, etc. y con TODOS, nos dirigimos un saludo. El saludo es un gesto, una señal de respeto y consideración hacia los demás y últimamente, sobre todo en los triales, destaca por su ausencia.
¿Acaso son más educadas unas personas que otras dependiendo de su estatus, región o país?
No lo creo. El hecho incuestionable es que íbamos con una moto eléctrica, sin ruido, sin humo, sin acelerones, despacio y con precaución, motivo de admiración de todos los transeúntes, por no decir el encuentro que tuvimos con diferentes animales tales como corzos, ovejas, cabras o vacas que ni se inmutaron a nuestro paso.
Por otra parte, el placer de poder ir hablando por los caminos, bosques y montañas para ver, palpar y oír los silencios de la naturaleza no tiene precio.
No creo que los “ecotalibanes” acepten estas motos eléctricas como vehículos sostenibles para poder circular por el medio natural y esto me demuestra, una vez más, que no tienen “niputaidea” de nada y aunque yo seguiré participando en los triales con motores de combustión, porque estoy convencido que no destrozamos nada, os aseguro que para moverse por las montañas, las motos eléctricas son cien por cien ejemplares.