12/10/15 Historia de la Ossa TR80

20.- AMOR A PRIMERA VISTA

Historia:

La OSSA TR (TRial), fue un modelo de moto de trial fabricado por OSSA entre 1977 y 1985. A lo largo de su vida comercial se produjeron tres versiones con las siguientes características generales: motor de dos tiempos monocilíndrico refrigerado por aire, disponible en dos cilindradas (inicialmente de 244 y 310 cc y, desde 1980, de 230 y 302 cc), bastidor de doble cuna, frenos de tambor y amortiguadores de horquilla convencional delante y detrás. Un rasgo característico de todas las versiones fue su estética inconfundible y especialmente la adopción de un color llamativo, hasta el punto de que la moto era conocida popularmente más por su color que por su denominación comercial (desde la inicial TR 77, conocida como OSSA Verde, hasta la famosa OSSA Amarilla, nombre con el que ha pasado a la historia la TR 80, sin olvidar las posteriores versiones naranja y roja.

Durante la temporada de 1979, Mick Andrews y su compañero de marca Albert Juvanteny probaron en competición sendos prototipos de lo que acabaría convirtiéndose en la TR 80, unos prototipos que no pasaban desapercibidos por su color amarillo. Mientras tanto, el ingeniero Mario Borrás se encargó de culminar el proyecto y desarrollo de la nueva OSSA TR80 350, que se presentó en otoño de 1979 en el Salón de París, obteniendo una buena acogida gracias a su excepcional diseño.

La moto se comercializó a partir de 1980 en las cilindradas de 350 (amarilla) y 250 (naranja) Con el fin de competir con opciones, OSSA fichó entonces el mejor piloto catalán del momento, Toni Gorgot, con el que obtuvo numerosos éxitos deportivos y consiguió que las ventas de la TR 80 se dispararan enormemente (se llegaron a producir casi 5.000 unidades).

Esta versión de TR80 inició una nueva "saga" de motocicletas de trial OSSA, renovando totalmente el concepto que la marca había ido aplicando desde las primeras MAR y seguido después brevemente por la TR 77. La nueva TR 80, conocida por todos como la amarilla por su llamativo color amarillo integral (chasis, depósito, tapas de filtro, amortiguadores, guardabarros y manillar), representó una renovación absoluta, no sólo en cuanto a la estética y al chasis, ahora con un bastidor multitubular desmontable, sino también al motor. Este, basado en los modelos grandes de enduro de la marca, constaba ahora de cilindro de cinco aletas, culata de aleteado radial y un carburador Amal del 27, junto con un tubo de escape de bufanda y dos silenciadores. Su diseño fue tachado de «hermoso, excepcional e innovador» y, entre otras mejoras, el chasis ofrecía el récord de distancia libre al suelo.

La cilindrada de la versión 350 era de 303 cc y no 350 como indicaban los folletos comerciales (con una carrera corta de 65 x 77 de diámetro). En cuanto a la 250, cúbica 230cc con una carrera también corta (60 x 70 de diámetro) y salió al mercado en 1980 con el mismo color amarillo que la 350, convirtiéndose en naranja desde de 1981. Se ha dicho que era más ligera que la 350.

Las OSSA TR alcanzaron numerosos éxitos internacionales en manos de pilotos de primer orden, entre los que destacan los dos Campeonatos de España de trial de 1980 y 1981 ganados por Toni Gorgot. En 1980, además, OSSA protagonizó un insólito doblete en conseguir junto con Albert Juvanteny el subcampeonato estatal y tres campeonatos de los Países Bajos (1980 a 1982, los tres ganados por Peter Van Enckevort).

En cuanto a los pilotos que más destacaron con este modelo, aparte de los ya mencionados Andrews, Juvanteny, Gorgot y Van Enckevort hay que recordar los catalanes Kiku Payá, Joaquim Abad y el italiano Renato Chiaberto. De todos ellos, fue sin duda Gorgot quien alcanzó los mayores éxitos, ya que con la TR 80 ganó los dos únicos campeonatos de España que consiguió la marca durante toda su historia.

HISTORIA DE LA OSSA TR-80 AMARILLA Y ASIER ZURBANO

Antes de entrar en materia, quisiera explicar porque he terminado pilotando esta moto.

Todo empezó cuando tendría más o menos cinco años. En mi casa había dos motos, unas Ossa TR-80 amarilla y una Montesa Cota 349 del año 1980. Para cuando yo tenía uso de razón a la Montesa le faltaban piezas porque las habían prestado a un amigo (cogía la llave del garaje y sin que me vieran iba a montarme en la moto y subirme encima de la pata de arranque para soñar que podría andar con ella, eso nunca sucedería porque una de las piezas que no tenía era el carburador). La Ossa era la que arrancaba y funcionaba, eso sí, sin silencioso trasero, aquello hacía mucho más ruido que una moto gp. Todos los viernes de otoño y primavera me sentaba esperando a que mi tío regresara de trabajar e irnos con la Ossa al monte. Los dos montábamos en la misma nube pero con diferente finalidad, él iba a ver rastros de jabalíes y yo iba a alimentar mi pasión por las motos. Mil y una anécdotas puedo contar, porque las recuerdo como si no hubiera pasado el tiempo. Compartiré una en estas líneas; al ser pequeño, los pies los apoyaba en la zona del motor, uno en las aletas de la culata y el otro en la parte final de la bufanda del escape. Uno de tantos viernes, unas de tantas zapatillas que quemé en esa moto no quedó en un leve derretimiento de goma, sino que llegó hasta el pie y mi tío me cogió por las axilas y me metió los pies en una balsa. Ahí se refrigeraron forzadamente.

Hasta los 16 años no tuve mi primera moto de trial, ésta ya era moderna. A través de Fernando Echazarra, que él tiene varias motos clásicas, comencé a entrar en el mundo del trial clásico, pero nunca compré ninguna. Yo quería restaurar la Ossa que de pequeño no solo me llevaba al monte, sino que me transportaba fuera del mundo. Tras conocer a Víctor, padre de Marta (mi pareja), entré de lleno en el mundo clásico. Me dejó una Fantic 300 y comencé a gozar en familia de zonas, moto, amigos y ambiente clásico.

En mi primera participación en los SSDT 2015, le pedí matrimonio a Marta y ella con un sí abrió la puerta a la Ossa que comentamos en este reportaje. Yo le entregué el anillo de pedida y ella me entregó el reloj, un súper Casio waterprof para que en Escocia llegara a tiempo todos los días, cosa que así fue excepto el martes que si hubieran pasado 6 minutos más hubiera estado fuera de carrera. No contenta con su Casio, entre padre e hija se las apañaron para regalarme aquella moto que de pequeño me robaba el sueño. No se conformaron con una Ossa de serie, no, fueron a por una Ossa restaurada y preparada por Secció R que la tenía en venta un trialero catalán asiduo a los triales clásicos.

Tras el regreso de los Scottish, la semana siguiente participamos en los dos días de trial clásico de All: allí Marta me entregó primero la matrícula de la Ossa. No sabía qué era aquello, no entendía nada de nada. Yo aún estaba con la cabeza en Escocia y allí estaban todos esperando a que descubriera la joya amarilla. Sí, ahí estaba, sobre un caballete detrás de la furgoneta. Aquello me puso la piel de gallina y como buen vasco aguanté la emoción, pero en verdad, fue tan grande la sorpresa que era el cuerpo el que no reaccionaba y no yo el que aguantaba la emoción.

El estreno fue en los dos días de Ripoll, las sensaciones fueron muy extrañas. Repito, yo venía de rodar con una Fantic 300. Nada más arrancar el motor de esta Ossa hizo que quedara totalmente perplejo del sonido tan suave, metálico y redondo que emitía. Una vez ya sobre la moto, la posición encima es muy alta. Podría decir que sobre la moto tienes vista de pájaro del entorno. Los primeros metros de interzona me dejan ver a una moto tranquila y fácil de manejar que cuando tienes alguna subida el motor empuja en bajas vueltas muy lleno, con energía.

El segundo paso fue entrar en las zonas, poco de parecido había en aquella Ossa con la que entablé amistad hacía escasos minutos. Seguía siendo dócil y suave pero para nada tenía esa facilidad de pilotaje que me transmitió al inicio. Cada giro hay que agarrarse al manillar porque, si pierdes la concentración o la fuerza, la dirección tiende a cerrarse rápidamente. No ocurre siempre que giro, pero sí en giros cerrados o forzados se da esa situación. Cuando la posición del cuerpo es la idónea, la moto puede girar rodando por el suelo en muy poco espacio, los giros que consigo con esta moto son los más cerrados que he realizado sin levantar la rueda delantera (con la Fantic era mi recurso más utilizado, girar levantando la rueda delantera).

En cuanto  a las suspensiones, los reglajes que llevaba eran perfectos, no toqué nada. Las suspensiones permiten que la moto ruede por el suelo el mayor tiempo posible. Al tener la posición de conducción tan elevada, se necesitan unos buenos amortiguadores para que cada movimiento de balanceo sea absorbido y no se pierda el equilibrio constantemente.

Ahora vamos al corazón de la moto, a su motor, empuja mucho a bajas vueltas y no es un motor que estire mucho. Con el sonido tan dulce que tiene, me permite rodar sintiendo cada pistonada y la sensación de control es brutal. Personalmente, el paso por zona me gusta que sea lo más lento posible y con esta moto lo consigo. La moto me lleva sin problemas y para nada noto falta de potencia. El problema viene cuando abro gas, la respuesta del motor es algo perezosa. Ahora lo que ocurre es que mi cuerpo se adelanta a la respuesta del motor. El motor empuja con mucha fuerza y al tener el cuerpo mal colocado, hace que tenga que luchar con la moto para no cortar gas y recolocarme. Pero no puedo quejarme de falta de potencia.

Cuando me dejo un pie en la zona, es muy difícil que sea solamente ese pie el que penalice. El peso de la moto se hace notable y en el 80% de las veces ese primer pie va acompañado de un segundo y de hasta un tercero. Ahí es donde me cabreo con la moto, ver zonas difíciles que las puedes sacar a 0 o 1 (con la Fantic) y con esta moto a día de hoy soy incapaz de mejorar del 3.

Después del cabreo viene la calma y ésta se da cuando recuerdo aquellas tardes que de pequeño se me hacían eternas, esperando salir con la moto al monte. Y ahora puedo disfrutar con ella de las zonas. Sé que pronto no será una lucha contra la moto sino que será una lucha con la moto y poder lograr ceros imposibles.

Aquí os dejo un poquito de mi historia, ahora cuando me veáis pasar por las zonas veréis aquel niño soñador.