Con frecuencia no se les da la importancia que merecen y sus actuaciones a veces son polémicas, pero lo único cierto es que sin su labor, en la mayoría de ocasiones altruista, las pruebas de trial hoy no existirían.
Como en todo deporte de competición, tiene que haber un árbitro, un control, un juez de zona, personas que deben puntuar la actuación de los pilotos a su paso por las zonas. Muchas veces son objeto de crítica y censura por parte de unos cuantos a quienes ellos (los jueces de zona), seguramente admiran.
El trial ha evolucionado, los pilotos también, quizás por ello la actuación de los comúnmente llamados “controles” cada día se pone más en evidencia y se dan situaciones conflictivas.
Aquí no hay repetición, ni moviolas, ni cámara lenta y si a esto le añadimos muchas veces la falta de educación de unos y otros, la “fiesta” está servida.
Las pruebas de trial en la actualidad han dejado de ser una reunión de amigos, todos los pilotos quieren ganar y para ello intentarán hacerlo lo mejor posible, pero si además pueden “engañar” al control para que no vea aquel pie o apoyo que nunca debió poner, también lo harán.
El trabajo del juez de zona es verdaderamente desagradecido e ingrato y no todo el mundo está dispuesto a pasar el elevado número de horas que dura el trial, soportando a veces adversas condiciones climatológicas.
Hacer de juez de zona puede ser divertido, pero se convertirá en una “tortura” si hay que sufrir los reproches de algún piloto impertinente que, por otro lado, quizás tenga razón.
Cuesta que un control que haya tenido algún tipo de mala experiencia como las comentadas anteriormente, vuelva a repetir en su función. El comentario general sería…
“Te pasas la mañana en la montaña, mal comido, mal bebido, no digamos si llueve, a veces dejando de competir tu mismo, para que encima me tenga que discutir con el piloto y a veces con el público ¡No vuelvo más!”